lunes, 6 de enero de 2014

EL MEJOR REGALO


Gooooooooooooood Moooooooooooorning!!
Por fin es lunes.

Cuando Luis se levantó aquella mañana fría y lluviosa de enero jamás pensó que aquel regalo le cambiaría la vida. La muerte de una persona.

Una vez más el trabajo se convertía en estresante. Había llegado a un punto sin retorno en el que las mañanas se juntaban con las tardes, y las tardes con las noches todo ello en un frenesí incontrolable. Apenas tiempo para mal comer y mucho menos para tener vida personal. No en vano su esfuerzo le había llevado muy alto con tan solo 26 años.
Joven, con energía, lleno de vitalidad y miles de sueños por cumplir.
Pero un buen día se levantó con dolor en la pierna. El día anterior había tenido una sesión extra de entrenamiento en el gimnasio. Nada por lo que preocuparse ¿o sí?
Pasaba el tiempo y el dolor lejos de remitir se iba intensificando hasta el punto que hizo que Luis acudiera a un reputado especialista en traumatología. Pero, después de muchas pruebas, todo parecía estar en orden.
Las pruebas cesaron pero la salud de Luis empeoraba. Su cansancio se fue volviendo extremo hasta el punto de no poder ir ni a trabajar. Baja por estrés le diagnosticaron. Pero aquello no era estrés.
Meses después Luis fue perdiendo peso y su color de piel se fue tornando en amarillo. Levantarse de la cama le suponía un esfuerzo inhumano. Su corazón estaba fallando.
Con tan solo 30 años de edad y el corazón se paraba.

Su vida cambió por completo. Rápidamente empezó a sentir que sus prioridades se daban la vuelta. Lo importante dejó de serlo y todo aquello que dejaba de lado y apartado empezó a tomar protagonismo.
Cada día hacía por salir a pasear. Cada día repasaba su agenda de contactos metódicamente para por lo menos llamar una vez en semana para hablar con sus amigos. Desayunaba tranquilamente siempre pegado a la ventana observando el mundo que apenas había conocido.
Le hubiera encantado empezar a viajar pero su estado se lo impedía. Había tantas cosas por hacer y apenas quedaba tiempo. Le hubiera gustado tener la sensación de bañarse y flotar en el Mar Muerto, o despertarse en un crucero para ver amanecer en el mar. Sentir el olor de la primavera en la plaza de los naranjos de Sevilla. Escuchar un concierto de ópera en Rusia. Deleitarse con el buqué de un buen Rioja en su propia bodega… o cosas más sencillas como un paseo de la mano con su pareja por la Puerta del Sol. Cubrirse bajo el mismo paraguas en un día de lluvia. Tomar un chocolate en un día de invierno o pasear por el parque del Retiro en otoño. Visitar el museo del Prado…

Cada día hablaba con su familia, para que se sintieran bien al oír su voz, porque quien sabe el tiempo que le quedaba. Empezó a vivir intensamente cada día como si fuera el último de su vida.
Los meses pasaron y aquello empezó a convertirse en su nueva rutina. Trabajaba desde casa e hizo nuevos amigos a través de Internet.
Su vida se apagaba lentamente como una vela que se queda sin cera. Pero su optimismo e ilusión crecía porque al fin estaba haciendo lo que realmente debía. Vivir, y sobre todo, disfrutar de su la vida.

La mañana del 6 de enero fue especialmente dura. Luis, apenas sin fuerza, estaba en la cama. Había comprado todos sus regalos en Internet y los había mandado directamente porque apenas podía caminar 100 metros sin agotarse. Ya apenas tenía energía. Miraba por la ventana como amanecía. Le gustaba “ganar al día” (frase que siempre decía cuando se levantaba antes de que amaneciera).
El teléfono sonó y rompió la magia de aquel momento. Al otro lado una cálida y familiar voz de mujer le dijo que fuera de inmediato al hospital. Cuando llegó sus ojos se llenaron de lágrimas. Había un trasplante compatible para él. Era de una mujer joven que había sufrido un accidente de tráfico y sus generosos padres había decidido hacer un gran regalo aquel día de Reyes, donar sus órganos.
Fue una intervención rápida con un trasplante heterotópico, es decir, que dejaron su corazón junto al de aquella chica donante. Para Luís esto era lo más “un doble corazón”. “juntar nuestros corazones” . Y en realidad, un poco más de tiempo para disfrutar, sentir, oler, tocar...
El mejor regalo. Llevar el corazón de “su amada” como él empezó a llamarla, dentro de mi. Nunca pudo conocer, ni a ella ni a la familia de la donante pero algo tenía claro: siempre les llevará dentro.
No le habían donado un corazón, le habían regalado la vida. Y por eso estaría siempre agradecido, por vivir.

Genial. Por fin es lunes. Lunes de regalos.

OP


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