Gooooooooooooood
Moooooooooooorning!!
Por fin es lunes.
Nació a la par entre aquellos grandes y
majestuosos árboles, junto al lago. Desde muy pequeño dio señales de que él,
también, sería grande, muy grande. Sus padres guardaban y arropaban recelosos a
su retoño como si de una gran estirpe se tratara.
Los años iban pasando y Betto, que era como le
llamaba, iba creciendo. Soñaba con marchar de aquel lugar, aunque le parecía
simplemente maravilloso, ansiaba con descubrir nuevos cielos.
Pasaba largas horas en la primavera mirando al
horizonte mientras el sol caía, imaginando que es lo que habría tras aquella
inmensa línea. Era, posiblemente, uno de los atardeceres más bellos que nadie
hubiera visto jamás, pero Betto añoraba poder ver otras auroras. La primavera era la estación que más le
gustaba porque se llenaba todo de color. Las flores brotaban sin fin e
inundaban todo con sus jubilosas fragancias.
Betto contemplaba en el invierno la nieve caer. Desde
que empezaban las temperaturas a bajar y aparecían tímidamente los primeros
copos de nieve. Poco a poco aquel enorme lago se iba congelando para dar paso a
una inmensa pista blanca que se fundía con las orillas. Apenas veía atardecer
pues un espeso manto blanco lo cubría todo. Pero pronto llegaría su querida
primavera que alegraría todo.
Con el verano llegaban los turistas que invadían
las orillas del lago. Pero a Betto no le importaba, le gustaba ver a los niños
correr, saltar y darse chapuzones en aquel magnífico lugar plagado de vida y
color.
Con el otoño, observaba atónito como poco a poco
todo aquel maravilloso paisaje se tornaba en colores rojos y amarillos. Los
árboles de hoja perenne inexorablemente se despoblaban de sus hábitos para dar
paso a unos flacos troncos llenos de escuálidas ramas. Todos menos los pinos
que parecían florecer dando piñas por doquier y bañando todo con una suave
fragancia a savia y resina.
Sin duda, aquel era el mejor lugar del mundo para
vivir, junto a sus padres y todos sus amigos que le rodeaban, pero Betto
siempre fantaseaba con nuevos lugares que descubrir.
Este año el otoño se hizo corto y el invierno
entró como en tropel, con mucho frío. En pocos días todo se lleno de nieve. Ya
próximo a las navidades aparecieron unos extraños hombres que nunca antes había
visto. Betto aunque impasible sentía ese recelo hacia lo desconocido .
Aquellos hombre se acercan en silencio,
sigilosamente, como buscando algo. Y se fijaron en él.
Betto escucho un ruido ensordecedor y vio como
casi instantáneamente perdía el equilibrio y caía al suelo desplomado.
Betto, que era como cariñosamente le habían puesto sus
padres de nombre a aquel magnífico y verde abeto que prometía ser, quizás comos
sus patriarcas, de los más altos del bosque. Betto, aunque temeroso de lo que
le acontecería, estaba gozoso porque por fin podría ver nuevos lugares. Quizás
sería bueno, quizás no.
Betto se fue perdiendo entre la espesura del
bosque a hombros de aquellos extraños que vinieron para llevárselo. Apenas de
refilón ya podía ver a sus padres que testigos del fatal desenlace lloraban
amargamente. Betto sospechó que nunca jamás volvería a aquel bello lugar, pero se sentía satisfecho de haber logrado su gran sueño.
Quizás ahora vería el mar, la playa, nuevos
seres, nuevos cielos, nuevos atardeceres...
Genial. Por fin es lunes. Buscando sueños que alcanzar. (Con arbolito falso de Navidad).
OP
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