lunes, 8 de octubre de 2018

UN CUENTO CHINO


Por fiiiiiiin es lunes. (最後今天是星期一。)

“Hace ya mas de una semana que no se nada de ella. El teléfono aparece apagado desde el fin de semana. Siempre que intento comunicar con ella nunca lo consigo”. Esas fueron mis palabras
Salió muy airada del restaurante cuando le dije que no estaba de acuerdo en como se había llevado el tema. Esta no era la forma en que yo confiaba que se hicieran las cosas. Me sentía decepcionado y apesadumbrado a la vez.
Si había contratado los servicios de un profesional es porque necesitaba, y confiaba encarecidamente, en que se solucionara de forma inmediata, para no dar pie, a lo que finalmente ocurrió.
Si hubiera estado en su lugar en el momento correcto hoy no estaríamos así.

Lo cierto es que aquella mañana Hui Ying se había topado con una concatenación de situaciones y sucesos que poco hacía preveer el desastroso desenlace. Quizás si se hubiera levantado tan solo 10 minutos antes como era su costumbre, habría desayunado tranquilamente, y no habría derramado el café hirviendo sobre su pierna, lo cual, además de proporcionarle una incómoda quemadura, le supuso tener que perder otro precioso tiempo mientras se cambiaba de ropa. Salir tarde le hizo bajar las escaleras andando, mas bien corriendo, para no esperar que subiera el ascensor, “total eran solo 3 pisos”, pero esa apresurada carrera le hizo dar un pequeño salto que hizo doblar hacia fuera su tobillo. Si bien es verdad que no fue una lesión grave, si que le hizo perder nuevamente unos minutos preciosos mientras miraba y tocaba su dolorido tobillo.  Aunque en ese momento el dolor no era muy agudo, no podía caminar con normalidad, mucho menos correr. Cuando se acercaba a la parada del autobús que cogía cada día con puntualidad británica, pudo ver que el vehículo ya había llegado y estaba parado con los intermitentes esperando que la gente terminará de subir. Emprendió una atropellada carrera pero el dolor en su tobillo se incrementó exponencialmente lo que hizo que se detuviera de inmediato. Fue en ese momento cuando el autobús cerro sus puertas y emprendió la marcha. Aturdida, dolorida, y un poco nervioso rápidamente paro un taxi para intentar paliar la pérdida de tiempo. Ese tiempo que cuando se va ya nunca vuelva y que a veces, resulta imposible de recuperar. Su atropellado camino hasta ese momento hizo que, tras dar la dirección del juzgado al taxista, le comentó varias alternativas de trayectos cuyo único fin era reducir el tiempo en la marcha. El taxista le hizo ver que sus ideas no eran muy recomendables porque la hora punta es un momento complicaba todos los itinerarios posibles mal centro. No obstante ella se obstinó e insistió pero no fue buena ida. Con todo lo que llevaba hasta ese momento encima Hui Ying no iba a aceptar correcciones de nadie. Y se hizo lo que ella mandó. 5 minutos después estaba parada en un monumental atasco y con nulas posibilidades de avanzar en alguna dirección. Apenas tres minutos después salió apresurada del taxi, sin mirar abrió la puerta y un desquiciado motorista se topó de bruces con la puerta del taxi que se abría.
Ella literalmente salió huyendo, pese al dolor en su tobillo, y el susto en el cuerpo. Atrás quedaron los gritos del motorista apaciguaos dentro de su casco y el blasfemo resonar de los vocablos malsonantes del taxista.
A penas había 3 calles hasta el juzgado. Corrió con todas sus fuerzas, apoyando dolorida el pie sobre su maltrecho tobillo, hasta que llego a penas a 100 metros de su destino donde se encontró con una obra que le hizo retroceder y bordear hasta el paso de peatones anterior, para poder cruzar la calle y entrar en el tribunal.  
Rápidamente pasó el arco detector de metales con tanta prisa que olvidó coger su teléfono móvil. El guarida de seguridad salió corriendo detrás de ella y la alcanzó en la misma puerta, un tanto malhumorado le espetó que no le escuchara gritar avisándola. Ella sin mas cogió su teléfono en una mano y en la otra su maletín mientras como podía encaraba su toga para entrar. Y entró sin llamar lo que provocó una malhumorada respuesta en la juez Wei Shen. Le espetó en tono duro su forma de abalanzarse al juzgado.
Hui Ying se excusó intentando dar una entrecortada explicación que la juez Shen no escuchó. Su decisión ya había sido dictada. “Los hijos pasarían a vivir definitivamente con su madre”.

Aquello fue el momento estrella de aquella accidentada mañana. Varios meses de trabajo tirados a la basura, pero lo que era peor que un padre se quedaba sin su hijos al no encontrarse el abogado de la defensa presente en el momento de las apelaciones. Que desastre.
Hui Ying intentó darme miles de explicaciones y me pidió disculpas casi de rodillas, mientras sollozaba. Me siguió hasta el restaurante donde había quedado con mi hermano para almorzar. Su presencia me irritaba mucho en ese momento. Aturdido e incrédulo con lo que había ocurrido, le dije todo lo que pensaba, se dio la vuelta, y con los ojos llenos de lagrimas se retiró andando hacia atrás sin darme la espalda y sin dejar de mirarme, mientras sus labios susurraban un tenue “lo siento”.

Esta mañana sonó el timbre de mi puerta y dos policía sin uniforme se identificaron mostrándome su dorada placa y me preguntaron por ella. Desde aquel día nadie volvió a saber de Hui Ying. Lo que ocurriera a partir de ese momento sigue siendo un misterio.

A mí, todo aquello me sonó como a un cuento chino.
 Genial. Por fin es lunes. Cruentamente un cuento.
 
OP


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