Por fiiiiiiin es lunes. (最後,今天是星期一。)
“Hace ya mas de una semana que no se nada de ella. El
teléfono aparece apagado desde el fin de semana. Siempre que intento comunicar
con ella nunca lo consigo”. Esas fueron mis
palabras
Salió muy airada del
restaurante cuando le dije que no estaba de acuerdo en como se había llevado el
tema. Esta no era la forma en que yo confiaba que se hicieran las cosas. Me
sentía decepcionado y apesadumbrado a la vez.
Si había contratado los
servicios de un profesional es porque necesitaba, y confiaba encarecidamente,
en que se solucionara de forma inmediata, para no dar pie, a lo que finalmente
ocurrió.
Si hubiera estado en
su lugar en el momento correcto hoy no estaríamos así.
Lo cierto es que
aquella mañana Hui Ying se había topado con una concatenación de situaciones y
sucesos que poco hacía preveer el desastroso desenlace. Quizás si se hubiera
levantado tan solo 10 minutos antes como era su costumbre, habría desayunado
tranquilamente, y no habría derramado el café hirviendo sobre su pierna, lo
cual, además de proporcionarle una incómoda quemadura, le supuso tener que
perder otro precioso tiempo mientras se cambiaba de ropa. Salir tarde le hizo
bajar las escaleras andando, mas bien corriendo, para no esperar que subiera el
ascensor, “total eran solo 3 pisos”,
pero esa apresurada carrera le hizo dar un pequeño salto que hizo doblar hacia
fuera su tobillo. Si bien es verdad que no fue una lesión grave, si que le hizo
perder nuevamente unos minutos preciosos mientras miraba y tocaba su dolorido
tobillo. Aunque en ese momento el
dolor no era muy agudo, no podía caminar con normalidad, mucho menos correr.
Cuando se acercaba a la parada del autobús que cogía cada día con puntualidad
británica, pudo ver que el vehículo ya había llegado y estaba parado con los
intermitentes esperando que la gente terminará de subir. Emprendió una
atropellada carrera pero el dolor en su tobillo se incrementó exponencialmente
lo que hizo que se detuviera de inmediato. Fue en ese momento cuando el autobús
cerro sus puertas y emprendió la marcha. Aturdida, dolorida, y un poco nervioso
rápidamente paro un taxi para intentar paliar la pérdida de tiempo. Ese tiempo
que cuando se va ya nunca vuelva y que a veces, resulta imposible de recuperar.
Su atropellado camino hasta ese momento hizo que, tras dar la dirección del
juzgado al taxista, le comentó varias alternativas de trayectos cuyo único fin
era reducir el tiempo en la marcha. El taxista le hizo ver que sus ideas no
eran muy recomendables porque la hora punta es un momento complicaba todos los
itinerarios posibles mal centro. No obstante ella se obstinó e insistió pero no
fue buena ida. Con todo lo que llevaba hasta ese momento encima Hui Ying no iba
a aceptar correcciones de nadie. Y se hizo lo que ella mandó. 5 minutos después
estaba parada en un monumental atasco y con nulas posibilidades de avanzar en
alguna dirección. Apenas tres minutos después salió apresurada del taxi, sin
mirar abrió la puerta y un desquiciado motorista se topó de bruces con la
puerta del taxi que se abría.
Ella literalmente
salió huyendo, pese al dolor en su tobillo, y el susto en el cuerpo. Atrás
quedaron los gritos del motorista apaciguaos dentro de su casco y el blasfemo
resonar de los vocablos malsonantes del taxista.
A penas había 3 calles
hasta el juzgado. Corrió con todas sus fuerzas, apoyando dolorida el pie sobre
su maltrecho tobillo, hasta que llego a penas a 100 metros de su destino donde
se encontró con una obra que le hizo retroceder y bordear hasta el paso de
peatones anterior, para poder cruzar la calle y entrar en el tribunal.
Rápidamente pasó el
arco detector de metales con tanta prisa que olvidó coger su teléfono móvil. El
guarida de seguridad salió corriendo detrás de ella y la alcanzó en la misma
puerta, un tanto malhumorado le espetó que no le escuchara gritar avisándola.
Ella sin mas cogió su teléfono en una mano y en la otra su maletín mientras
como podía encaraba su toga para entrar. Y entró sin llamar lo que provocó una
malhumorada respuesta en la juez Wei Shen. Le espetó en tono duro su forma de abalanzarse
al juzgado.
Hui Ying se excusó
intentando dar una entrecortada explicación que la juez Shen no escuchó. Su
decisión ya había sido dictada. “Los
hijos pasarían a vivir definitivamente con su madre”.
Aquello fue el momento
estrella de aquella accidentada mañana. Varios meses de trabajo tirados a la
basura, pero lo que era peor que un padre se quedaba sin su hijos al no
encontrarse el abogado de la defensa presente en el momento de las apelaciones.
Que desastre.
Hui Ying intentó darme
miles de explicaciones y me pidió disculpas casi de rodillas, mientras
sollozaba. Me siguió hasta el restaurante donde había quedado con mi hermano
para almorzar. Su presencia me irritaba mucho en ese momento. Aturdido e
incrédulo con lo que había ocurrido, le dije todo lo que pensaba, se dio la
vuelta, y con los ojos llenos de lagrimas se retiró andando hacia atrás sin
darme la espalda y sin dejar de mirarme, mientras sus labios susurraban un
tenue “lo siento”.
Esta mañana sonó el
timbre de mi puerta y dos policía sin uniforme se identificaron mostrándome su
dorada placa y me preguntaron por ella. Desde aquel día nadie volvió a saber de
Hui Ying. Lo que ocurriera a partir de ese momento sigue siendo un misterio.
A mí, todo aquello me
sonó como a un
cuento chino.
Genial. Por fin es
lunes. Cruentamente un cuento.
OP
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