Gooooooooooooood Moooooooooooorning!!
Por fin es lunes.
Siempre me pasa lo mismo. Confío en la gente, por naturaleza, y de eso
muchos se aprovechan. Esta semana me volvió a pasar. No por ello voy a parar de
confiar en la gente, pero sí que tomaré ciertas precauciones.
La dificultad surge porque por necesidad tenemos que confiar en los
demás. Dependemos de otros para amar, para aprender, para trabajar… básicamente
sí no eres un ermitaño, tendrás necesariamente interacción con los demás.
Compartir un secreto con un amigo, iniciar una relación de amistad o
amorosa, realizar un proyecto comercial, convivir en familia … exige en la mayoría
de las circunstancias confianza.
Lo cierto es que no se puede vivir sin confiar, pero no es posible
confiar en todo el mundo. Como decía el dramaturgo norteamericano Tennessee
Williams: “Debemos desconfiar de unos y
de otros. Esta es nuestra única defensa contra la traición”.
En psicología la confianza es una
suspensión temporal de la situación básica de incertidumbre sobre las acciones
de las personas, es decir, se dejan de lado las dudas y se cree firmemente. La
pérdida de confianza se debe a un agotamiento emocional, causado por la mala
intención de la persona, que fomenta la incapacidad de cumplir con lo prometido
de forma continuada en el tiempo. La confianza, por tanto, simplifica las
relaciones personales y ayuda a entenderlas.
Pero todo esto debe ser mucho más sencillo. Desconfiar por defecto de
todo el mundo no lo veo, pero actuar con ciertas cautelas. Atender siempre a ese
“no me fío de esa persona”, que muchas veces nos sale “instintivamente” y que
no es otra cosa que una lectura fugaz del lenguaje corporal que identificamos
de forma no consciente.
Y ya que no podemos prescindir de las relaciones, resulta necesario
correr los menos riesgos posibles. Debemos pues, aprender en qué personas podemos
confiar:
1.
Aquellas personas que conocemos muy bien, basados mejor por lo que
hacen que por lo que dicen.
2.
La gente que nos quiere, nos respeta o nos admira.
3.
Aquellos que nos dicen la verdad sobre nosotros y no están siempre de
acuerdo con nosotros.
4.
Aquellos que no tienen un interés especial en obtener algo de nosotros.
5.
Los que son por defecto discretos, responsables y coherentes entre lo
que dicen y lo que hacen.
Yo he llegado a la conclusión que los engaños suelen venir dados por ignorancia
y se pueden perdonar, pero la traición viene dada por un ánimo egoísta que
actúa de forma fría, indiscriminada y por sorpresa que es cuando más duele. Y
ahí perdonar es cuestión particular de cada uno.
Como conclusión me quedo con una frase de George Washington: “Se cortés con todos, pero con pocos íntimo
y cuida a quién le das tu confianza”.
Esta semana me traicionaron, por lo que para la próxima vez tomaré más precauciones.
Genial. Por fin es lunes. Empiezo la semana con precaución.
OP