Gooooooooooooood
Moooooooooooorning!!
Por fin es lunes.
Cuando Luis se levantó aquella mañana fría y
lluviosa de enero jamás pensó que aquel regalo le cambiaría la vida. La muerte
de una persona.
Una vez más el trabajo se convertía en
estresante. Había llegado a un punto sin retorno en el que las mañanas se
juntaban con las tardes, y las tardes con las noches todo ello en un frenesí
incontrolable. Apenas tiempo para mal comer y mucho menos para tener vida
personal. No en vano su esfuerzo le había llevado muy alto con tan solo 26 años.
Joven, con energía, lleno de vitalidad y miles de
sueños por cumplir.
Pero un buen día se levantó con dolor en la
pierna. El día anterior había tenido una sesión extra de entrenamiento en el
gimnasio. Nada por lo que preocuparse ¿o sí?
Pasaba el tiempo y el dolor lejos de remitir se
iba intensificando hasta el punto que hizo que Luis acudiera a un reputado
especialista en traumatología. Pero, después de muchas pruebas, todo parecía
estar en orden.
Las pruebas cesaron pero la salud de Luis
empeoraba. Su cansancio se fue volviendo extremo hasta el punto de no poder ir
ni a trabajar. Baja por estrés le diagnosticaron. Pero aquello no era estrés.
Meses después Luis fue perdiendo peso y su color
de piel se fue tornando en amarillo. Levantarse de la cama le suponía un
esfuerzo inhumano. Su corazón estaba fallando.
Con tan solo 30 años de edad y el corazón se
paraba.
Su vida cambió por completo. Rápidamente empezó a
sentir que sus prioridades se daban la vuelta. Lo importante dejó de serlo y
todo aquello que dejaba de lado y apartado empezó a tomar protagonismo.
Cada día hacía por salir a pasear. Cada día
repasaba su agenda de contactos metódicamente para por lo menos llamar una vez
en semana para hablar con sus amigos. Desayunaba tranquilamente siempre pegado
a la ventana observando el mundo que apenas había conocido.
Le hubiera encantado empezar a viajar pero su
estado se lo impedía. Había tantas cosas por hacer y apenas quedaba tiempo. Le
hubiera gustado tener la sensación de bañarse y flotar en el Mar Muerto, o
despertarse en un crucero para ver amanecer en el mar. Sentir el olor de la
primavera en la plaza de los naranjos de Sevilla. Escuchar un concierto de
ópera en Rusia. Deleitarse con el buqué de un buen Rioja en su propia bodega… o
cosas más sencillas como un paseo de la mano con su pareja por la Puerta del
Sol. Cubrirse bajo el mismo paraguas en un día de lluvia. Tomar un chocolate en
un día de invierno o pasear por el parque del Retiro en otoño. Visitar el museo
del Prado…
Cada día hablaba con su familia, para que se
sintieran bien al oír su voz, porque quien sabe el tiempo que le quedaba.
Empezó a vivir intensamente cada día como si fuera el último de su vida.
Los meses pasaron y aquello empezó a convertirse
en su nueva rutina. Trabajaba desde casa e hizo nuevos amigos a través de
Internet.
Su vida se apagaba lentamente como una vela que
se queda sin cera. Pero su optimismo e ilusión crecía porque al fin estaba
haciendo lo que realmente debía. Vivir, y sobre todo, disfrutar de su la vida.
La mañana del 6 de enero fue especialmente dura.
Luis, apenas sin fuerza, estaba en la cama. Había comprado todos sus regalos en
Internet y los había mandado directamente porque apenas podía caminar 100
metros sin agotarse. Ya apenas tenía energía. Miraba por la ventana como
amanecía. Le gustaba “ganar al día” (frase que siempre decía cuando se
levantaba antes de que amaneciera).
El teléfono sonó y rompió la magia de aquel
momento. Al otro lado una cálida y familiar voz de mujer le dijo que fuera de
inmediato al hospital. Cuando llegó sus ojos se llenaron de lágrimas. Había un
trasplante compatible para él. Era de una mujer joven que había sufrido un
accidente de tráfico y sus generosos padres había decidido hacer un gran regalo
aquel día de Reyes, donar sus órganos.
Fue una intervención rápida con un trasplante
heterotópico, es decir, que dejaron su corazón junto al de aquella chica donante.
Para Luís esto era lo más “un doble corazón”. “juntar nuestros corazones” . Y
en realidad, un poco más de tiempo para disfrutar, sentir, oler, tocar...
El mejor regalo. Llevar el corazón de “su amada” como
él empezó a llamarla, dentro de mi. Nunca pudo conocer, ni a ella ni a la
familia de la donante pero algo tenía claro: siempre les llevará dentro.
No le habían donado un corazón, le habían regalado
la vida. Y por eso estaría siempre agradecido, por vivir.
Genial. Por fin es lunes. Lunes de regalos.
OP
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